Un trozo de vida.
Nací una tarde noche de abril en un pequeño pueblo de Vizcaya, Galdácano, con una bonita iglesia y una fábrica de Firestone muy cerca, que daba trabajo a mi padre. Parece que fue complicado salir adelante en las primeras horas de mi vida, tenía problemas para respirar, así que el doctor que atendió a mi madre, se pasó largas horas de la noche cuidando de mi. Como al parecer, era un superviviente, salí adelante con una divertida anécdota . Al no confiar mucho en mis posibilidades, durante la noche me bautizaron en casa, poniéndome el nombre de mi padre y luego, ya salidos del trance nocturno, me bautizaron en la bonita iglesia de Santa María con el nombre del doctor, Fernando, así empecé mi vida, bautizado dos veces, con dos nombres y luchando, como no podía ser de otra manera.
Del país Vasco me marché pronto, siguiendo los negocios de mi padre. Primero nos instalamos en Zaragoza en una bonita casa de dos plantas y un pequeño jardín con una higuera y una pequeña piscina, que en realidad, era un estanque. Allí tenía un perro de caza llamado Lord, que me mordió la mano cuando él comía y yo le molestaba, estuvo conmigo, llorando los dos, toda la tarde. Allí nació un hermanito que nunca llegamos a ver, mamá volvió sola a casa y supimos lo que es el dolor por primera vez.
De Zaragoza marchamos a Barcelona, mis padres encontraron una hermosa torre de tres plantas con un jardín que tenía cuatro grandes árboles, una gran palmera y un montón de cipreses que hacían de seto de separación con la torre contigua. Pasamos unos años magníficos sin enterarnos de la triste postguerra, veíamos a gente mutilada, eso sí, pero entraba dentro de la normalidad de nuestras vidas.
Luego vino el internado en el colegio de la Salle Bonanova y todo cambió un poco.
El dormitorio se llamaba “Los Ángeles “ y era una gran sala con 4 hileras de camas, cada una con su armario de hierro para que guardáramos la ropa. He encontrado estas fotos de uno de los años, me vienen nombres de algunos, me acuerdo de todas sus caras y pienso que habrá sido de ellos. Al cabo de unos años cambié de internado, dejando a mis amigos para siempre. El nuevo estaba en La Seo de Urgel, mucho más pequeño. Allí pasé mi adolescencia en la soledad compartida del colegio, allí conocí al mejor amigo y la mejor persona, Jorge Peyrolón, de Zaragoza y allí fueron pasando los inviernos y veranos hasta acabar el bachillerato.
Hay muchos más recuerdos pero ya sería una novela.
La primera vez que supe lo que quería estudiar de verdad fue al ver una pequeña exposición sobre Andy Warhol, me fascinó su trabajo y decidí que me dedicaría a eso, que no sabía ni cómo se llamaba. Entré en la Escuela Massana después de un examen de actitudes y fui feliz por primera vez, estudiando. Mi primer profesor era un entrañable anciano muy cerca de su jubilación que nos enseñaba con pasión todo su saber. En los siguientes años de Plástica Publicitaria, trabajaba y hacía el nocturno hasta que el último año un profesor me empezó a suspender donde otros me ponían sobresaliente, debió de ser porque un día cansado de sus aburridas clases que consistían en llegar el lunes, poner un ejercicio y dedicarse , hasta el viernes que recogía, pasar el rato sin hacer nada, le pregunté “ va a seguir todo el curso dando clases por correspondencia”. No me contestó y viendo el resultado, no volví nunca más a sus insufribles clases con su aire de gran diseñador aburrido de sus estúpidos alumnos.
Trabajaba de dibujante y fotógrafo industrial en una empresa de un alemán con aires de huido de guerra. Una pequeña dictadura en una pequeña empresa. De ahí, pase a trabajar en Estudios Unidos, un divertido aprendizaje de tres años, más tarde en Altraforma para pasar a director de arte en Slogan, 6 años más y me ficharon en Bassat, Ogilvy & Mather mi gran escuela, un polvorín de creatividad y colaboración. Seis años después me ficha Tapsa New Ayer como director creativo y a los seis años más, fundo mi propia agencia que dirijo los siguientes veinte años.
Conocí el amor y el desamor, conocí buena gente y envidiosos, nació mi primer hijo Iñaki que me hizo sentir la profunda emoción de ser padre, luego Gorka que siempre se despertó con una sonrisa en su cara y años más tarde un nuevo regalo del cielo, Jon, inteligente y gran deportista.
Así que mis pinturas, fotos, dibujos y demás cosas que están volcadas en esta web, son el reflejo de mis años y el agradecimiento a los que me quieren, me han querido y siguen haciendo de mi vida, una emocionante aventura .