Nunca fui amante de la ceremonia de los Oscar.

Y no entendí, a no ser que fueras adolescente, la fiebre por verlos a altas horas de la noche y preguntarte al día siguiente, con las ojeras remarcadas , que qué te habían  parecido. Eran los premios de una industria que ellos mismos se daban y se repartían entre vestidos de gala y pajaritas. Las películas eran otra cosa. Este año no ha faltado nuestro ilustre comunista Barden, vestido para la ocasión , eso sí, de camisa negra, menos formal  y saboreando las mieles del capitalismo más salvaje, sin rechistar. Lo que sí parece que ha faltado bastante ha sido la lucha de un pueblo contra la barbarie comunista de Rusia, un minuto de silencio por aquí, un lazo azul por allá, solo Sean Penn se ha distanciado y ha puesto las cosas en su sitio. Una pena, pero que me refuerza  mi sana costumbre de no seguir despierto para ver año tras año, una más que aburrida entrega de premios.

Deja una respuesta

Tu dirección de correo electrónico no será publicada. Los campos obligatorios están marcados con *